La palabra dispositivo procede del verbo disponer, que encierra un sentido de organización estructurada y articulada de las
partes, la planificación de un discurso comunicativo (Baule 2007a; 2007b y Agamben, 2006).
Por su parte, Ciravegna (2017, p.3); Bucchetti (1999); Anceschi (1988); Manzini (1990) y Brizuela (2014, p.162) establecen
que el embalaje es considerado un dispositivo comunicativo, que tiene diversas funciones de tipo apelativo, persuasivo,
informativo y prescriptivo, en relación con su naturaleza de medio de comunicación, interfaz o señalético. Para estos autores,
el fortalecimiento de la dimensión comunicativa del embalaje supera el concepto de herramienta, un término que enfatiza a
quien lo diseña y lo realiza, y destaca las cualidades de comunicación, un enfoque que incluye el punto de vista de quien se
beneficia, anticipando el resultado de la recepción de los mensajes que transmite.
El embalaje se ha convertido en un objeto facilitador. A través de él, se activan formas de comunicación referenciales, en
relación con el concepto de la sociología de los procesos culturales y comunicativos (Livolsi, 1983) de mediación simbólica
de la experiencia inmediata y directa en la transición a la experiencia reflejada y consciente. Los procesos que facilita el
empaquetado son relevantes para el consumidor, justamente por la disminución progresiva de su experiencia directa y la
ampliación de su experiencia indirecta, no solo del producto, sino también a su categoría, la empresa o marca, como a los
actores y procesos que han determinado su producción, envasado, transporte y venta (Ciravegna, 2017 p.5-6).
Según Ciravegna (2017, p.6) y Devismes (1991, p.20), las funciones del embalaje pueden distinguirse en funciones técnicas,
al referirse a aspectos como la protección y preservación, la compatibilidad con el contenido, la selección de materiales y su
especificidad, la apilabilidad, entre otros; y funciones de mercadotecnia, que se ocupa de aspectos tales como la apelatividad,
la seducción, la persuasión ejercida sobre el cliente, la identificación del producto y la información.
Se identifica una relación entre lo planteado por Ciravegna (2017) y Bucchetti (1999) quienes analizan el embalaje como
objeto de uso (extensión instrumental) y como dispositivo de comunicación (extensión comunicativa). Ciravegna (2017);
Devismes (1991) y Brizuela (2014. p.163) analizan el envase desde la perspectiva de funciones técnicas y funciones de
mercadotecnia. Por tanto, considerando el enfoque del trabajo de investigación en su propósito, su importancia y beneficio,
nos concentramos en el análisis desde la perspectiva de comunicación comercial. Para Ciravegna (2017, p.14 y 2010) el
desarrollo de un envase no debe atribuirse a un único actor del sistema y debe entenderse como el resultado de un conjunto
integrado de elecciones logradas por una pluralidad de actores que desempeñan un papel directo o indirecto en la definición
del embalaje. Por otra parte, los actores y las relaciones que entre ellos se establecen para diseñarlo, producirlo, normarlo y
gestionarlo a lo largo de su ciclo de vida, es conocido como el sistema de empaquetado, donde una de las áreas de estudio es
el área del proyecto y la gestión estratégica.
2.2 Funciones de comunicación del embalaje
La comprensión de las funciones de comunicación ayuda al fortalecimiento del proceso creativo del sistema de empaquetado,
por tanto, describimos las principales funciones de comunicación que pueden ayudar al análisis de los procesos dentro del
sistema de gestión.
Según Ciravegna (2017, p.4) las funciones de comunicación se dividen en las siguientes: función apelativa, asegura que el
producto se haga visible y llamar la atención del cliente potencial; la función persuasiva, busca que el producto sea
efectivamente elegido y comprado por el potencial cliente; la función identificadora, permite que el empaquetado se haga
reconocer en el punto de venta, el hogar y otros contextos; la función expresiva, permite atribuir un estilo al producto,
expresando valores intangibles de tipo simbólico y afectivo; la función informativa, busca que la naturaleza del embalaje
transmita mensajes relacionados con el producto o el mismo contenedor, brindando conocimientos, conceptos e información
objetiva; la función prescriptiva, orienta al destinatario y le permite ponerse en relación con el contenedor y, a través de ello,
con su contenido, transformando el envase en un verdadero “sistema de interfaz”; la función comunicativa extra-producto,
desarrolla el embalaje como un medio que permita fidelizar al cliente, la promoción de otros productos o servicios, la difusión
de eventos; la función mediática, se refiere a la capacidad del embalaje de declinar sus competencias comunicativas dentro
de otros medios de comunicación (en comerciales televisivos, vallas publicitarias y campañas de prensa, entre otros),
cargándose de nuevos roles y funciones. Estas funciones nos ayudan a definir los criterios de análisis del presente trabajo y
nos permite una comprensión más coherente y estructurada del proceso de diseño y formación de habilidades para el desarrollo
del estudio.