Educación
Trazos con sentido de humanidad desde el habitar nuevamente la escuela
Traces with a sense of humanity from re-inhabiting the school
Revista Torreón Universitario
Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua-Managua, Nicaragua
ISSN: 2410-5708
ISSN-e: 2313-7215
Periodicidad: Cuatrimestral
vol. 11, núm. 30, 2022
Recepción: 28 Septiembre 2021
Aprobación: 23 Noviembre 2021
Resumen: El presente artículo se configura desde una mirada reflexiva a la realidad asistida por un sistema de desarrollo capitalista en el que se ha transpuesto el sentido de la vida, la felicidad y la realización humana hacia el tener, el dominio y el poder; un modelo económico enmarcado en la producción y el usufructo, en el que se han roto y degradado los suaves y delicados hilos que tejen las condiciones de vida en el planeta y se han borrado los trazos humanistas en la vía de lo humano; lo que desvirtúa su condición de modelo de desarrollo y se traduce en inequidad social, desigualdad, marginación y pobreza. El pensar en cómo zurcir nuevamente los tejidos de la vida y configurar nuevos trazos humanistas, exige definir una educación cuya inspiración sea hacer digna la condición del ser humano; habitar nuevamente la escuela como un escenario para conjugar con acciones los verbos humanizar y poder y repensar el sentido y esencia de la enseñanza e incluso el papel del docente y del estudiante desde otras perspectivas, miradas y lógicas.
Palabras clave: escuela, paradigma, naturaleza, humanismo, educación, dignidad humana.
Abstract: This article is configured from a reflective look at the reality assisted by a capitalist development system in which the meaning of life, happiness, and human fulfillment have been transposed towards having, dominion and power; an economic model framed in production and usufruct, in which the soft and delicate threads that weave the conditions of life on the planet have been broken and degraded and the humanist traces in the path of the human have been erased; which distorts its condition as a model of development and translates into social inequity, inequality, marginalization, and poverty. Thinking about how to mend the fabrics of life again and configure new humanist traces, requires defining an education whose inspiration is to make the condition of the human being worthy; to inhabit the school again as a scenario to conjugate with actions the verbs humanize and power and to rethink the meaning and essence of teaching and even the role of the teacher and the student from other perspectives, looks, and logics.
Keywords: school, paradigm, nature, humanism, education, human dignity.
Introducción
Y de repente el hombre asiste a una nueva realidad en la que se cambian los lenguajes, dinámicas, valores y visiones de mundo, que le obliga a transformarse en estado líquido para adaptarse a nuevas formas de vivir, pensar y actuar en relación consigo mismo, con el otro y con el mundo natural. Una realidad en donde los actos de amor se traducen en estar lejos del otro, los besos y abrazos se convierten en armas que atentan contra la vida, se aprisiona a los seres humanos y se visibiliza que el poder, la fama, la belleza y el dinero son insuficientes a la hora de necesitar oxígeno para dar continuidad a la existencia. Es desde la anterior realidad que se consolida el presente artículo de reflexión, en el cual se legitima la necesidad de repensar el rol del ser humano en el mundo, en cuanto este se ha instituido como único dueño y señor de todo cuanto existe, se le ha olvidado que es un invitado más a habitar el planeta Tierra y ha dejado de lado el transitar por la vía de lo humano para avanzar por la vía del tener y el poder como sustantivo.
Las primeras líneas del artículo se desarrollan bajo el título “Hacia el humanismo por la vía de lo humano” y centran su reflexión a partir de la consideración del carácter no imprescindible del ser para la existencia de la vida en el planeta, teniendo en cuenta que, sin la figura humana, el aire, la tierra, el agua y el cielo pueden continuar su existencia, pero con su presencia sin ningún tipo de conciencia y racionalidad el futuro de la casa común es incierto. Lo anterior supone la necesidad de que el mundo sea habitado por un nuevo tipo de hombre y se configure una nueva educación cuya inspiración sea hacer digna la condición del ser humano, conservar el carácter vivo del planeta y avanzar hacia el humanismo por la vía de lo humano.
En un segundo momento de reflexión denominado “En doble vía: volver a la escuela - volver a lo humano”, se instaura la necesidad de habitar nuevamente la escuela y recobrar el sentido e identidad de la educación. Se le otorga a la escuela el desafío de educar desde la visión del ser humano en relación con los demás y con el mundo; se trata de pensar la educación desde una lectura crítica del contexto de manera que se genere una escuela intencionada desde los cambios sociales, con aprendizajes de gran significación y con la participación y el reconocimiento de los intereses de todos, pero sin desconocer que más importante que el hacer y el conocer debe situarse el ser, a partir de una educación que permita volver al ser humano desde el reconocimiento de su dignidad.
Finalmente, en el apartado “Educar para transformar o transformar para educar”, se acentúa el proceso reflexivo en el análisis de una realidad mediada por el conocimiento y la información, la cual exige legitimar una nueva concepción de escuela y por ende de educación. Desde una lógica transformacional, debe instituirse una educación que, desde el reconocimiento de su sentido e identidad holística, humanística, progresista, desarrollista y solidaria, impacte en la transformación de una enseñanza que responda a las exigencias del momento, pero sin descuidar el enseñar para ser cada vez más humano.
Hacia el humanismo por la vía de lo humano
Una nueva definición de ser humano
Una alternativa para mitigar en gran medida las consecuencias de un sistema capitalista asistido por el hombre bajo intereses de riqueza y poder, ajeno al reconocimiento del carácter integrador, diverso, dinámico y cambiante de todo cuanto existe, sería volver la mirada hacia un paradigma en donde se configura el universo, la historia y la vida desde una perspectiva unificadora, se reconoce el carácter totalitario y evolutivo del mundo, se valora la diversidad y respeta la complejidad de relaciones que allí se tejen.
No obstante, el mundo concebido como un todo en donde convergen infinidad de seres y relaciones exige de la emergencia de un paradigma que tal y como lo señala Boff (2014, p.11) se ha consolidado desde una mirada conjunta entre el cosmos, la realidad y lo vivo y posee algunas figuras de pensamiento que lo caracterizan. Dicho paradigma obliga a pensar en una nueva definición de ser humano que posibilite el surtimiento del mismo y a su vez la coexistencia de todas las criaturas desde el reconocimiento de su valor, identidad y autonomía. Un ideal de ser humano definido por la imperiosa necesidad de construir un mundo en el que se tenga un lugar para todos, un universo incluyente, respetuoso de la diferencia y que permita soñar con una vida sostenible en donde lo social, lo político, lo económico, lo tecnológico y lo ambiental se entrelacen armónicamente para asegurar la vida presente y futura.
Podría pensarse en la existencia de un planeta como sistema abierto y organizado sin la presencia del ser humano. Un mágico lugar pintado de verde y azul en donde todas las criaturas habitaran bajo un mismo cielo e hicieran parte de una red dinámica y compleja tejida con los delicados hilos de la vida. Pero como la realidad es otra y el hombre hace parte de este sistema vale la pena preguntarse ¿qué tipo de individuo se necesita para conservar el tejido de la vida o tratar de recobrar el carácter sistémico y organizado del mundo? ¿corresponde al ser humano dejar de transitar por la vía que ha tomado y visibilizar nuevos caminos que desplieguen destinos más armónicos para con el universo?
En concordancia con Boff “el ser humano puede prolongar las condiciones de su vida y las del planeta” (2014, p. 10). Sin embargo, su estadía en el mundo ha demostrado que el poder como verbo ha sido desvirtuado para conceder gran importancia al poder como sustantivo. El hombre como ser racional está facultado para posibilitar la sostenibilidad del planeta, pero en su delirio de superioridad frente a las demás criaturas se ha negado esta posibilidad. Tal y como afirma Riechmann:
Lo que está en crisis es nuestra civilización, o sea, la forma de producir, consumir y vivir que el capitalismo industrialista ha configurado durante varios siglos; lo temporal y transitorio es la crisis financiera y económica y de ella se va a salir, efectivamente, con reformas más o menos profundas del sistema; pero, dado el carácter expansivo de este tipo de civilización, las reformas en el sistema financiero y económico propugnadas desde arriba y con una orientación neoliberal no paliarán sino que acentuarán la otra crisis, la ecológica o medioambiental. (2012, p.177)
Es necesario valorar la singularidad del ser humano en relación con los demás seres, en cuanto está facultado para pensarse a sí mismo, cuestionar lo que hace, lo que deja de hacer y lo que puede hacer. Según Beorlegui “Los seres humanos somos la única especie animal autoconsciente de sí misma y, por ello, capaz de preguntarse y cuestionar su propia realidad” (2011, p. 443). Es su capacidad de pensar y crear lo que le ha permitido intervenir la naturaleza, transformarla y modificarla a su antojo. No obstante, así como ha aprovechado al máximo su racionalidad y capacidad creadora para construir también la ha usado para destruir, modificar o alterar la trama de relaciones tejidas en el planeta.
La gestación de un nuevo paradigma exige por supuesto la definición de un nuevo ser humano capaz de aprovechar su capacidad de pensar y crear para obrar más allá de su interés particular en favor de una colectividad, de darse cuenta de que todos los seres habitan un tiempo y espacio determinado y demandan se respete su condición de singularidad desde una visión integradora y constitutiva de un todo.
El poder como verbo y no como sustantivo
Es paradójico como un virus invisible de carácter microscópico haya develado a nivel global un sinnúmero de carencias en materia social, política, económica y ambiental que evidenciaron la vulnerabilidad, la fragilidad del hombre y la desigualdad en las condiciones de vida de la mayoría de la población, Ahora bien, a pesar de la incertidumbre, la amenaza y la afectación, la anterior realidad presenta un sin número de posibilidades en las que todos los seres humanos son actores, entendiendo posibilidad como una derivación del verbo poder que ofrece una condición de bienestar no solo individual sino colectiva a partir de la concreción de acciones para avanzar hacia el humanismo por la vía de lo humano.
Es contradictorio que este momento histórico, aunque exige guardar distancia del otro como una forma de cuidarlo y cuidarse, a su vez reclama dejarse contagiar masivamente por gestos de solidaridad que puedan traducirse en señas de esperanza para ayudar a la población más vulnerable en medio de la crisis. Se presenta la solidaridad entonces no solo como posibilidad para alivianar un poco esta realidad desde la inmediatez en la relación con las condiciones de vida de los más pobres, sino también como un desafío para pensar y concretar acciones conjuntas que desde la globalidad aporten a la definición de políticas públicas que garanticen la protección y el fomento de los derechos humanos. En concordancia con Guarín y Rojas:
La vida del ser humano, y su actuar, está marcado por lo circunstancial, lo frágil y lo contradictorio. Las decisiones éticas y políticas se configuran al observar el sufrimiento que otros padecen, de lo cual nace la motivación para responder a sus necesidades y reclamos de ayuda. En esta línea de pensamiento, la respuesta solidaria con quienes no se tiene ningún tipo de vínculo, con aquellos que pertenecen a otra raza o nación, indica la apertura de las fronteras del afecto y la responsabilidad con el desconocido. (2018, p.36)
Frente a la existencia de una crisis el desafío radica en la capacidad para afrontarla, recuperarse, salir fortalecido y aprovechar positivamente la adversidad para visibilizar oportunidades de mejora. Es así, como la actual crisis debe concebirse como una señal de pare en el la vía que hasta ahora se ha transitado, señal que permite valorar el cómo se ha llevado a cabo este recorrido y si es necesario abandonar o no esta ruta. El blanco y negro de la naturaleza, condiciones de miseria extrema, brechas sociales, pobreza, desigualdad social, marginación, hambre y exclusión son razones más que suficientes para marcar una señal de pare y tomar la vía de lo humano que permita transitar hacia el humanismo. En esta línea, Morín (2020) expresa:
Las grandes líneas de la nueva Vía político-ecológico-económico-social que impone la crisis inédita que vivimos están guiadas por la necesidad de regenerar la política, la necesidad de humanizar la sociedad y la necesidad de un humanismo regenerado. (p.49)
De acuerdo a lo anterior se configura la escuela como un escenario desde donde puede cimentarse una nueva política de nación, de civilización, de humanidad, de la Tierra y un humanismo regenerado, siempre y cuando desde allí logre instituirse el significado de la palabra poder como verbo y no como sustantivo. La significación de la palabra poder como verbo está determinada en la capacidad de pensar y materializar acciones que concedan gran significación al valor de la vida en relación con los demás y con el mundo, mientras que la significación de la palabra poder como sustantivo radica en una noción desmedida de sentir superioridad y dominancia sobre otros.
A partir de la significación de la palabra poder como verbo, desde la escuela puede fundarse una nueva política de nación que se traduzca desde la responsabilidad, la solidaridad, la participación ciudadana, el respeto por el carácter vivo del planeta, la toma de conciencia sobre problemáticas, la no sustitución del afecto por bienes materiales, el fomento del pensamiento crítico y la promoción del autoconcepto y la disciplina. Implica educar en una cultura de consumo de lo esencial, una economía social y solidaria, el alejarse de formas de creación de necesidades y de sobreproducción de bienes innecesarios, el instaurar diversas formas de aprovechar los recursos de la naturaleza sin comprometer su existencia y el adquirir una gran responsabilidad social desde la ética personal. En este sentido, Castillejo et al., plantean que:
La educación para el consumo implica información, capacidad de análisis crítica de las situaciones y sensibilidad respecto a las consecuencias del consumo desmedido, que pone en peligro la supervivencia misma del planeta. El consumo se enfrenta así con la escala de valores que la educación debe defender. (2011, p.35)
Es contradictorio pensar que la mayoría de las problemáticas y males que hoy afectan al hombre y que ponen en riesgo su estabilidad, tranquilidad e incluso existencia en el mundo han sido causadas por el mismo hombre bajo un carácter de dominación y poderío ejercido sin ningún tipo de racionalidad. Es así, como visionar una política de la civilización desde la escuela, por y hacia la vía de la humanización impone la necesidad de superar el carácter individualista del ser humano, la degradación ecológica del medio ambiente, reducir la ambición por el dinero y el poder, instituir nuevos tejidos de convivencia y verdaderos espacios de solidaridad y encuentro con el otro de una forma afectiva y afectuosa.
Es desde la perspectiva de una nueva política de humanidad que adquiere gran significación el transitar por la vía de lo humano, en cuanto a partir del reconocimiento de la dignidad del hombre se valora su condición de igualdad desde la diferencia. Es desde esta política que se piensa en el ser humano en relación con los demás seres, se concede gran importancia a la vida en comunidad, se valora la diversidad de saberes, técnicas y manifestaciones de diversos grupos humanos, se acepta la multiplicidad de formas de expresión y se reconoce la posibilidad de que infinidad de seres puedan habitar bajo un mismo cielo en condiciones de igualdad, reciprocidad y coexistencia. Tal y como lo plantea Morín (como se citó en Arroyave, 2021) una política de la humanidad comportaría la preocupación por salvaguardar indisolublemente la unidad y la diversidad humanas: el tesoro de la unidad humana es la diversidad humana, el tesoro de la diversidad humana es la unidad humana. (p. 53)
Una política de la Tierra reclama se acentúe desde la escuela la solidaridad con el planeta desde la toma de conciencia de que el ser humano es solo un habitante más de éste y como hijo de la Tierra le corresponde protegerla, ordenarla y respetarla. Al respecto, Bermejo plantea que
Humanizar tiene que ver con la ecología y el medioambiente, debemos considerar el mundo nuestro hogar; tenemos que cuidar los recursos naturales y respetar los espacios exteriores e interiores, cuidar la gran casa de todos y dar calidez en la propia. (2018, p.6)
Desde las anteriores consideraciones, ha de pensarse la educación enfocada hacia la misma humanidad. Una educación cuyo fin no sea humanizar al otro sino permitirle ser y vivir humanamente, que conduzca a la formación de seres humanos libres, solidarios, autónomos y conscientes de su responsabilidad para con el yo, el nosotros y el planeta. Tal como se expresa en la figura 1. Desde y hacia el humanismo por la vía de la educación, el mundo actual exige de una educación en donde se reconozca la dignidad del hombre desde su complejidad y singularidad, en donde se una la realización individual a la vida en comunidad, se busque la igualdad en el reconocimiento de los derechos y la diferencia en el respeto a la diversidad de modos de ser, pensar y actuar.
En doble vía: volver a la escuela - volver a lo humano
Habitar nuevamente la educación, la escuela y el aula
Entendiendo el capitalismo no solo como un sistema económico sino también como un sistema político y social, en el que se ha confundido el sentido de la acumulación de capital con el de riqueza, en donde unos cuantos abrazan el poder y el lucro a cualquier precio, en donde se actúa a partir de intereses individuales y subjetivos; amerita considerar que su implementación como modelo de desarrollo ha derivado, más que desarrollo, un sinnúmero de consecuencias y problemáticas sociales que se traducen en pobreza, desigualdad, concentración del capital en grupos muy reducidos, creciente precariedad del trabajo, exclusión social, marginalidad, desempleo, deterioro del planeta y de las condiciones de vida. Tal y como lo plantea Mejía “en la lectura crítica al capitalismo se siguieron viendo los problemas de dualización, marginación, empobrecimiento y exclusión que se generan en la implementación de sus modelos de desarrollo” (2019, p. 36)
En función de la dimensión política y social del régimen capitalista es ineludible tener en cuenta como en este sistema aparecen el estado y el mercado como instancias dessubjetivadas que relativizan el valor del hombre y el de la naturaleza para concederlo al poder como sustantivo y al tener. En concordancia con Hernández (2017):
En su impronta hacia el progreso, el capitalismo ha cosificado a la naturaleza y al hombre mismo. La proliferación de la miseria evidencia que la transformación de la naturaleza no ha sido en beneficio de la humanidad, sino en provecho de una proporción bastante exigua de la misma. (p. 197)
No obstante, tal y como lo plantea Freire “La lectura crítica del mundo es un quehacer pedagógico-político indicotomizable del quehacer político-pedagógico, esto es, de la acción política que implica la organización de grupos y de clases populares para intervenir en la reinvención de la sociedad” (2000, p. 42).
En este contexto surgen en América latina los movimientos sociales y la educación popular como organizaciones de transformación social que visionan nuevas formas de pensamiento y acción que admiten la concreción de alternativas para superar la desigualdad, la exclusión, la segregación y las injusticias en nuestra sociedad. Teniendo en cuenta que la acción educativa no es ajena a un contexto en el que convergen lo político, lo social, lo cultural, lo económico y lo ambiental, le corresponde pensarse a la escuela a partir de la proposición de condiciones, prácticas educativas y sociales que de manera intencionada logren construir sociedades más justas, más humanas desde la comprensión de la singularidad del ser humano pero en relación a una colectividad y en donde no haya cabida para ningún rasgo de desigualdad, pero si, para el reconocimiento de los intereses de todos.
Teniendo en cuenta que fue la actual crisis global la que nos puso el desafío de educar sin escuelas, la que ha silenciado el sonido de las campanas, el disco de entrada e incluso las voces de los pequeños, la que ha ocultado las miradas de múltiples colores, los rostros con diferentes estados de ánimo, las sonrisas de formas variadas, la que nos obligó a guardar los abrazos; hoy más que nunca se hace evidente la necesidad de habitar nuevamente la educación, las escuelas y las aulas para construir desde allí sentido, un sentido enmarcado en una cultura común, pero diversificado en función de las disimiles condiciones sociales y culturales de quienes dan vida a la escuela, los estudiantes, con sus culturas, intereses, singularidades, historias, vivencias, valores, fantasías, demandas, sueños y proyectos. En efecto, Jaramillo, et al. afirman que
El anonimato es disuelto cuando las palabras del otro vibran musicalmente en la escuela, cuando las voces resuenan. Asimismo, cuando no se mira la grandeza de la estatura o el terreno ocupado por los pies del otro, sino su corazón (co-razón), aquello que enciende su sensibilidad como apertura y posibilidad de llegar a ser, eso que no se cansa de estar siendo, su vulnerabilidad. (2020, p. 161)
Ahora bien, vale la pena preguntarse ¿cómo construir sentido desde el habitar nuevamente la educación, la escuela y el aula?
Los sucesos que está viviendo el mundo y por ende la escuela dan cuenta de una crisis de sentido que articula lo que antes era con lo que ahora se necesita, o sea, una demanda de transformación, lo que remite al individuo a considerar algunos postulados construidos desde la educación popular en sus luchas por transformar la sociedad y que ameritan pensarse desde el ámbito educativo como una apuesta para generar sentido e identidad a futuro desde la acción educativa. Y es aquí donde la educación juega un papel importantísimo. Tiene como desafío educar desde la visión del ser humano en relación con los demás y con el mundo, se trata de pensar la educación desde una lectura crítica del contexto de manera que se genere una escuela intencionada desde los cambios sociales, con aprendizajes de gran significación y con la participación y el reconocimiento de los intereses de todos. De acuerdo con Marco (2020) se hace necesario replantear las propuestas políticas-pedagógicas actuales a partir de la defensa de una educación humanista en donde se geste la posibilidad de visionar una formación holística conforme a la realidad del ser humano y a partir del reconocimiento de su dignidad y condición de plenitud. (p.3)
Producto de una sociedad globalizada y como institución con un componente altamente social que alberga diferentes formas de convivencia y determinación, los espacios de la escuela han sido habitados por una niñez y juventud ricas en diferencias, maneras de vivir, con comportamientos diversos, con vivencias ricas en expresiones culturales en torno a valores, a concepciones políticas y religiosas. Por ello, la construcción de sentido en la escuela requiere trabajar desde la riqueza de la diversidad, abordar las diferencias como cimientos de múltiples expresiones culturales que propicien una formación humana pluralista sumando las distintas opciones para construir aprendizajes compartidos para todos. En este sentido, corresponde al individuo aprender a respetar el colectivo y a hacerse parte del mismo, desde su propia identidad particular.
Esto lleva a la escuela a repensar sus intervenciones, a pensarse desde el compromiso por el sostenimiento de los valores humanos, una escuela que contribuya a la construcción de una educación en donde el conocimiento sea un capital estratégico y altamente valioso para el desarrollo de sujetos autónomos, con capacidad para la toma de decisiones y el favorecimiento del sentido de vida personal y social, pero sin desconocer que más importante que el hacer y el conocer debe situarse el ser, a partir de una educación que permita volver al ser humano desde el reconocimiento de su dignidad. A este propósito se suma La Congregación para la educación católica cuando expresa:
Es necesario, por lo tanto, humanizar la educación; es decir, transformarla en un proceso en el cual cada persona pueda desarrollar sus aptitudes profundas, su vocación y contribuir así a la vocación de la propia comunidad. Humanizar la educación significa poner a la persona en el centro de la educación, en un marco de relaciones que constituyen una comunidad viva, interdependiente, unida a un destino común. (2018, p. 17)
¿Educar para el ser o para el hacer y el tener?
Como consecuencia de un sistema capitalista basado en un modelo educativo tecnocrático instrumental en donde el sentido de la educación se ha trasladado hacia la escolarización, la época a la que asistimos exige legitimar nuevamente el valor de educar desde una visión holística que conciba no solo la instrucción académica sino ante todo una formación humana, desde la vida, en la vida y para la vida; una educación que desde el reconocimiento de la singularidad del ser posibilite el saber, el tener y el hacer. Se trata de reafirmar desde la acción pedagógica el valor y la dignidad de lo humano.
En este sentido corresponde a la escuela viabilizar y crear las condiciones teóricas, epistemológicas y prácticas para una formación humana de los individuos que bajo principios de solidaridad, responsabilidad, respeto e igualdad les permita relacionarse de manera armónica con otros y con el entorno, asumir responsabilidades, tomar decisiones, resolver situaciones problemáticas, tener capacidad crítica, ser personas creativas y con capacidad para innovar y emprender. En concordancia con Boom “más que educación en su sentido convencional, asistimos a un proceso creciente de escolarización social apoyada en teorías y tecnologías cuyo propósito es la construcción de un sujeto y de una sociedad de máximo rendimiento” (2019, p. 309).
Desde la anterior perspectiva el concepto de educación se ha equiparado al concepto de escolarización social, entendiéndola como capacitación para el trabajo, preparación o desarrollo de aprendizajes efectivos para la productividad y la competencia. Bajo intereses capitalistas el proceso educativo ha desplazado la formación humana, ética, autónoma, con voz propia, con competencias democráticas, emocionales y de comunicación hacia la producción de dispositivos para el sistema capitalista. Lo anterior exige repensar la acción educativa desde el reconocimiento de la dignidad humana. Más que una educación para la competencia, la productividad y el responder a un sistema fundado en el capital la actual sociedad exige una educación cimentada en lo humano en donde a partir del reconocimiento de la singularidad se construya una idea de comunidad.
Sin embargo, la escolarización entendida desde la perspectiva de educación para todos se constituye en una estrategia inclusiva que permite a los individuos establecer un vínculo con la sociedad y por ende con el conocimiento. Mediante este proceso se involucra a la mayoría de la población en los cambios de la modernización, se les permite ser partícipes en la vida política de una nación, acceder a un empleo, ser reconocidos socialmente y participar en los cambios sociales y en el desarrollo del entorno.
Es inconcebible desplazar la condición de ser humano para pensarlo en términos de unidades empresariales al servicio de un régimen capitalista. Tal y como plantea Valdés:
La educación requiere del ser y del hacer, pero no de un hacer homogenizante con el que se excluya lo diverso y no se reconozcan las particularidades experienciales y de los aprendizajes de cada sujeto, pues de este modo se esquivarían cada uno de los procesos educativos y se incursionaría en una batalla totalitarista que no cuestiona el sentido que debe tener la educación y el acto de habitar las aulas de clases. (2018, p. 18).
Corresponde a la escuela situarse en un nuevo escenario de formación en donde lo fundamental sea lo humano y donde ser competente interpersonal y afectivamente sea su prioridad. Desde esta perspectiva se hace necesaria una escuela que se encamine hacia un concepto integral de formación, una formación en donde se conjugue el desarrollo de competencias académicas con el desarrollo de competencias humanas, una formación conducente a la felicidad, en suma, una educación en doble vía; ver figura 2. En doble vía: volver a la escuela-volver a lo humano.
Educar para transformar o transformar para educar
Hacia una nueva forma de pensar y entender la educación
La sociedad contemporánea en pleno desarrollo de su civilización habita hoy una nueva realidad, mediada por los avances científico-tecnológicos, por la complejidad de relaciones y formas de interacción que se tejen entre el ser humano y las tecnologías de la información y la comunicación. Es evidente que se han instaurado otros ámbitos de conocimiento, a través de conexiones en red y multiplicidad de pantallas, los cuales se traducen en nuevas y diversas formas de pensamiento, expresión, comunicación, aprendizaje, conocimiento, socialización y construcción de identidad. Al respecto, Carneiro et al. (2021) señalan que “La humanidad viene alterando significativamente los modos de comunicar, de entretener, de trabajar, de negociar, de gobernar y de socializar, sobre la base de la difusión y uso de las TIC a escala global” (p.15). Esta nueva realidad es protagonista en la construcción de entornos y prácticas sociales ligadas a experiencias virtuales definidas desde la información y la pluralidad de saberes, que han trascendido las barreras de la universalización, establecido nuevas y diversas formas de conexión y las cuales visionan una perspectiva de mundo diferente a la delimitada por el espacio físico, en correspondencia con las relaciones para con el otro, las alternativas de solución frente a las problemáticas, los sueños y las posibilidades de futuro. En este sentido, Careaga & Avendaño afirman:
Esta recontextualización de la cultura, la cual evidentemente está replanteando las relaciones entre los hombres y las formas de resolver sus problemas, nos enfrentan a un nuevo modelo de sociedad, una sociedad basada en el desarrollo de la universalización cultural, con sustento en el control comunicacional como forma cotidiana de interacción humana y en la globalización de las relaciones humanas. Una sociedad que tiende a la plena cibernetización. (2017, p. 200)
El residir en una realidad mediada por el conocimiento y la información, exige legitimar una nueva concepción de escuela y por ende de educación, desde una visión integradora que permita responder a los retos de la actual sociedad, a partir de la definición de nuevas políticas por parte del estado y nuevos roles para docentes y educandos en el contexto de la educación contemporánea. Frente a la anterior consideración, La Oficina Internacional para la Educación (OIE) en la Agenda Educativa 2030 invita a:
repensar la racionalidad, los propósitos, las estrategias, la gestión y el alcance de los sistemas educativos de cara a efectivizar una visión transformacional de la educación que aspira a darle a cada persona oportunidades efectivas de educarse y de aprender a lo largo de toda la vida. (2017, p.11)
En consecuencia, el habitar en la época de la cibernética y la cibercultura implica considerar procesos de innovación y modernización de los sistemas educacionales, lo que legitima la necesidad de definir un nuevo currículo cibernético capaz de responder a los requerimientos de la historia y la cultura en relación con el tipo de educación, de maestro y de estudiante que la nueva sociedad reclama. Del anterior panorama surge el interrogante: ¿qué tipo de educación, escuela, maestro, estudiante exige y necesita el mundo de hoy?
Nos situamos hoy en un nuevo escenario en donde las tecnologías digitales y sus dinámicas han atravesado y siguen atravesando todos los ámbitos de la cultura, instaurando transformaciones en la vida, el lenguaje y las interacciones sociales. Dicho escenario reclama de un maestro alfabetizado digitalmente, capaz de contribuir a la construcción colectiva de saberes desde una posición de horizontalidad en relación con el estudiante, competente para leer la realidad y gestar conocimientos a partir del reconocimiento de las necesidades, intereses y saberes de las comunidades. Tal y como lo plantea Careaga y Avendaño “el docente ya no está llamado a asumir el rol de mediatizador entre el conocimiento y el estudiante, sino que ambos se asocian para vincularse con la realidad, conocerla y transferir sus conocimientos a la sociedad dada. (2017, p. 224)
Desde la educación tradicional hasta la educación de nuestros días, el saber ha estado depositado en un libro de texto y el docente ha asumido el papel de ser mediador entre éste y el estudiante. En este nuevo contexto, el saber se encuentra al alcance de todos y es posible acceder a él a partir de múltiples fuentes y desde infinidad de contextos. No obstante, se requiere de la concreción de una nueva figura de educador cibernetizado, capaz de construir aprendizajes a partir de una relación dialógica con el estudiante. De este modo, tal y como lo plantea Freire
el educador ya no es sólo el que educa sino aquel que, en tanto educa, es educado, es educado a través del dialogo con el educando, quien, al ser educado, también educa. Así, ambos se transforman en sujetos del proceso en que crecen juntos y en el cual “los argumentos de la autoridad” ya no rigen. (2005, p. 92)
Es así, como un educador cibernético debe enfrentarse al reto de formarse en las tecnologías informáticas, telemáticas y de la comunicación, de manera que se sitúe en la capacidad de acoger nuevas propuestas metodológicas, didácticas y evaluativas que le permitan acompañar de una manera vivencial y activa el proceso de descubrimiento y construcción del conocimiento, a partir del análisis de la realidad, el reconocimiento de las problemáticas y necesidades y de manera que logre derivar en correspondencia con el estudiante alternativas de solución a partir de la implementación de ambientes de aprendizaje favorables para que éstas surjan. En concordancia con Osuna:
En una educación adaptada a las necesidades del siglo XXI, el rol de los estudiantes también debe ser diferente de los que caracteriza a la educación tradicional. Pasan de ser agentes que siguen las directrices de los docentes a tomar la iniciativa y corresponsabilizarse de su aprendizaje y del de sus compañeros. (2018, p. 81)
Es evidente que la sociedad actual exige novedosas formas de enseñar y aprender que se deriven de la implementación de modelos pedagógicos alejados de las prácticas educativas tradicionales. Es así, como no solo se visiona un cambio en el rol del docente, sino que el estudiante pasa de ser un sujeto receptor a ser un sujeto partícipe en la construcción del saber. Lo anterior exige de una educación orientada a la formación de estudiantes autónomos, reflexivos, críticos, con un pensamiento creador y transformador, capaces de participar en la construcción de aprendizajes con sentido, una educación que se contextualice desde diversos escenarios y que permita a los educandos el acceso a multiplicidad de fuentes de saber desde una lectura crítica de la realidad y con la posibilidad de transformarla. Desde la anterior perspectiva, para la Fundación Santillana es el momento de visionar la escuela que queremos:
Una escuela orientada al alumno (a su desarrollo integral, a sus potencialidades o dificultades, donde el estudiante tenga mayor nivel de participación y centrada en la construcción de su proyecto de vida); una escuela más conectada con el entorno (que abra sus puertas, que comparta espacios y tiempos con la comunidad, que vincule los contenidos y aprendizajes al contexto); una escuela más viva y dinámica (que sea parte activa de los cambios sociales, tecnológicos y culturales, y no un mero receptor pasivo de transformaciones); una escuela donde construir relatos y discursos, donde aprender a relacionarse, a compartir y a respetar la diversidad, como valores centrales de una ciudadanía competente y solidaria. (2020, p. 32)
Pensar la educación desde la complejidad del saber
En la actualidad el ser humano asiste a una época caracterizada por el flujo de gran cantidad de información y por tanto se le es difícil contextualizarla, organizarla y comprenderla. Es posible acceder a ella desde todo tipo de fuentes, en diferentes espacios y desde diversas disciplinas, sin embargo, el problema radica en la falta de pensamiento crítico e incapacidad del individuo para contextualizar y filtrar dicha información. Es desde esta perspectiva, que se hace necesaria una reforma del conocimiento, que a su vez exige una reforma de pensamiento. La sociedad global de la información y de la comunicación requiere de un pensamiento complejo capaz de integrar saberes, unificar conocimientos, reconocer lo local en función de lo global, capaz de entender la complejidad de la vida y de las relaciones que se tejen entre el individuo y su mundo. En relación con lo anterior Morín plantea que
Una tradición de pensamiento bien arraigada en nuestra cultura y que forma las mentes desde la escuela elemental nos enseña a conocer el mundo a través de «ideas claras y distintas»; nos insta a reducir lo complejo a lo simple, es decir, a separar lo que está ligado, a unificar lo que es múltiple, a eliminar todo lo que aporta desorden o contradicciones a nuestro entendimiento. (2011, p. 257)
Es al anterior propósito que se debe unir una nueva visión de escuela. Una verdadera sociedad de la información requiere de un sistema educativo gestado a partir de una concepción complejizada del pensamiento y a partir del reconocimiento de las problemáticas globales fundamentales. En este sentido, R. Escobar y M. Escobar (2016) legitiman que:
en la educación que se reclama para la sociedad del presente y del futuro es tan importante el desarrollo de la hipercomplejidad cerebral, como enseñar la condición humana y explorar todas las facetas de la conciencia y la diversidad cultural. Solo así es posible adquirir una visión humanista de la ciencia, en la que los saberes se integren, las disciplinas dialoguen y se establezcan lazos de comunicación entre todas las expresiones del quehacer cultural y vital de los seres humanos. (p. 92)
Desde una nueva visión de sistema educativo se contempla la exigencia de enseñar conocimientos a partir de lo qué es el conocimiento, de sus límites, de los errores, certidumbres e incertidumbres que pueden derivarse de él. Es así, como el conocimiento debe ser pertinente y contextualizado; la enseñanza debe propender por un conocimiento analítico, reflexivo y sintético, que responda a los intereses, cuestionamientos y necesidades de los estudiantes; el educador debe ser formado para educar desde una misión ética, de ciudadanía y el estudiante debe adquirir las competencias necesarias para con su autonomía, reflexión y capacidad crítica, integrar los conocimientos, intervenir sus problemáticas y responder a las demandas de la sociedad en la que se encuentra inmerso.
Según la OIE (2017) la educación en la actualidad tiene el gran reto de sentar las bases de una formación en valores, actitudes, destrezas y saberes que permitan a los educandos ser sujetos activos en la construcción y promoción de sociedades y en la de un planeta sostenible y sustentable. Las condiciones en las que se encuentra nuestro mundo y las crisis derivadas de la dependencia de un sistema capitalista, que regido por las necesidades de mercado, en donde el ser humano por su afán de lucro y poder, rompe o deteriora los delicados hilos de vida que tejen las relaciones entre los diversos seres que comparten el planeta; ameritan pensar una educación para la sostenibilidad y sustentabilidad de la casa común en el hoy, una educación que posibilite en los estudiantes no solo una alfabetización científica, sino que los prepare para reconocer las problemáticas que los afectan y derivar de éstas llamados que se traduzcan en acciones en pro de la conservación armónica del tejido de la vida. Tal y como lo expresan Hessel y Morin “la enseñanza debe abordar los problemas globales y fundamentales de nuestra vida y nuestra época, lo cual implica la cooperación de saberes disciplinares que han permanecido separados entre sí” (2012, p. 271)
Una nueva visión de educación supone recontextualizar la concepción del significado de la enseñanza, de manera que se logre recobrar el sentido de educar. Una enseñanza pertinente para la época a la que asiste el ser humano, debe pensarse a partir de la comprensión del sentido de lo humano, desde la solidaridad y la fraternidad, desde la conciencia de la condición humana como ser finito y situado, desde el respeto a la alteridad y a la multiplicidad de relaciones que se tejen al interior del planeta y desde el conocer lo qué es el conocimiento y sus posibilidades de error. “Se puede afirmar que mantener y aumentar la dignidad, la capacidad y el bienestar de la persona humana en relación con los demás y con la naturaleza, debería ser la finalidad fundamental de la educación en el siglo XXI”. Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura – UNESCO- (2015, p. 38). Una aproximación grafica a lo planteado anteriormente puede observarse en la figura 3. Una nueva lógica en el carácter transformacional de la educación, en donde el sentido de educar debe transformarse hacia la consolidación de un ser humano cada vez más humano desde la singularidad y la colectividad.
Conclusiones
Vivimos en una cultura que ha transpuesto el sentido de la vida hacia el poder, el individualismo, la acumulación de bienes, tener la razón, controlar, ganar e imponer; una sociedad que ha trasladado el sentido de la felicidad y la realización humana hacia la acumulación de bienes materiales, el poder sobre los demás y el dominio de la naturaleza. Ahora bien, considerar avanzar por una vía que desde lo humano conduzca a lo humano obliga pensar no solo en una nueva definición de ser humano sino también en una nueva política nacional consolidada a partir de la disrupción de una sociedad capitalista para avanzar en la construcción de una cultura solidaria que permita formar el sentido de la vida hacia el convivir en el cuidado, la responsabilidad, la solidaridad, la libertad, la igualdad, el respeto, la diferencia, la concertación, la equidad y la fraternidad. A este propósito debe articularse la escuela como escenario que permita conjugar con acciones los verbos poder y humanizar para actuar desde el yo y el nosotros y cuya inspiración sea hacer digna la condición del ser humano, conservar el carácter vivo del planeta y avanzar hacia el humanismo por la vía de lo humano.
Teniendo en cuenta el carácter dinámico y cambiante de la sociedad, carácter que no se hace ajeno a la educación, se hace necesario pensar y habitar nuevamente la escuela, una escuela en donde converjan un sinnúmero de identidades culturales que posibiliten la creación de una cultura común cimentada en el respeto a la diversificación de lenguajes, culturas, historias, intereses, particularidades, valores, sueños, demandas y proyectos. Debe convertirse la escuela en un escenario integrador de diversos procesos de enseñar y aprender, acogedor de diferentes expresiones y manifestaciones de la sociedad. Se trata de posibilitar volver a la escuela en doble vía: desde la necesidad de habitar la educación, la escuela y el aula como escenario para crecer y aprender en el encuentro con el otro y con el mundo y desde una visión de escuela pensada desde la correspondencia con lo humano, una escuela fundada para todos los pronombres, con posibilidades no excluyentes para ninguno y en donde se le ofrezca a cada uno lo que necesita para su desarrollo, desde el reconocimiento de su singularidad, pero como parte de una colectividad y en relación con el universo.
En consecuencia y de acuerdo con Reyes, vale la pena preguntarse: ¿debemos insistir en una educación plantada como mecanismo perverso que enajena, manipula y deshumaniza al hombre, convirtiéndolo en una máquina utilitaria o retomar la educación cómo el medio inalienable que le regresa la dignidad, la humanidad, la facultad de pensar y el sentido de la vida al hombre? (2017, p. 6)
Es inevitable no darse cuenta como durante los últimos años la globalización ha impactado el modo de vida del ser humano contemporáneo. La educación no es ajena a esta realidad y por tanto se cuestiona y se piensa su sentido, la autonomía de los procesos pedagógicos y metodológicos y su misión de educar para la vida o para responder a un sistema capitalista enmarcado en la producción, el usufructo y la degradación de las condiciones de vida del planeta. En tal sentido, se hace necesario visionar una reforma en la educación, que exige, repensar la enseñanza, su esencia, la finalidad de la escuela e incluso el papel del docente y del estudiante, bajo otras miradas y lógicas. Se requiere de una educación sustentada desde la idea de formación holística del ser humano en relación con otros seres humanos, en donde se le reconozca no como un objeto de la educación para responder a políticas de producción y consumo, sino como sujeto de vida que busca a través de la educación ser ante todo más humano.
Referencias
Arroyave, D. (2021). Guía del Seminario de línea II: Estudios críticos sobre educación y currículo. Universidad de San Buenaventura.
Beorlegui, C. (2011). La singularidad del ser humano como animal bio-cultural. Realidad, 443-480.
Bermejo, J. C. (2018). Humanización y acción. Revista Iberoamaericana de Bioética, 1-16.
Boff, L. (28 de 11 de 2014). Koinonia. Obtenido de https://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=676
Boom, A. M. (2019). ¿Para qué nos educamos hoy? Escolarización y educapital. En C. E.
Careaga, M., & Avendaño, A. (2017). Currículum cibernético y gestión del conocimiento: fundamentos y modelos de referencia. Ril.
Carneiro, R., Toscano, J. C., & Díaz, T. (2021). Los desafíos de las TIC para el cambio educativo. Santillana.
Castillejo, J., Colom, A., Rodríguez, T., Sarramona, J., Touriñán, J., & Vásquez, A. P. (2011). Educación para el consumo. Educación XXI, 35-58.
Congregación para la educación católica. (2018). Educar para el humanismo solidario. Revista de la Universidad de la Salle, 12-28.
Escobar, R., & Escobar, M. (2016). La relación entre el pensamiento complejo, la educación y la pedagogía. Administración y desarrollo, 88-99.
Freire, P. (2000). Pedagogia da indignação: cartas pedagógicas e outros escritos. UNESP.
Freire, P. (2005). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI.
Fundación Santillana. (2020). La escuela que se viene. Reflexión para la acción. Fundación Santillana
Guarín, E. A., & Rojas, A. (2018). La medida de la solidaridad en cuanto responsabilidad del Estado. En E. A. Guarín, & A. Rojas, La medida de la solidaridad en cuanto responsabilidad del Estado y derecho de los asociados (pág. 113). Universidad Católica de Colombia.
Hernández, M. H. (2017). Variedades de capitalismo, implicaciones para el desarrollo de América Latina. Economía: teoría y práctica, 195-226.
Hessel, S., & Morin, E. (2012). El camino de la esperanza. Una llamada a la movilización cívica. Epub.
Jaramillo, D. A., Cortés, E. J., & Jaramillo, G. (2020). Experiencia, memoria y responsabilidad: la escuela como lugar de encuentro y donación. Teri, 147-162.
Marco, M. E. (2020). El sentido de la educación desde lo humano: Apuntes a partir de Martha Nussbaum y Francisco Ruiz Sánchez. Revista Electrónica Educare, 1-18.
Mejía, M. R. (2019). Reinventar la transformación social y los nuevos desafíos de la educación popular y los movimientos sociales. En M. R. Mejia, Acción social colectiva y pedagogía (págs. 35-94). MAGISTERIO.
Morin, E. (2011). La vía para el futuro de la humanidad. Paidós.
Morín, E. (2020). Cambiemos de vía. Planeta.
Oficina Internacional para la Educación (OIE). (2017). 15 Claves de Análisis para Apuntalar la Agenda Educativa 2030. UNESCO.
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. UNESCO. (2015). Replantear la educación ¿hacia un bien común mundial? Ediciones UNESCO.
Osuna, S. (2018). La otra educación. Pedagogías críticas para el siglo XXI. En R. Aparici, C. Escaño, & D. G. Marín, LA OTRA EDUCACIÓN, pedagogías críticas para el siglo XXI (págs. 59-64). UDED.
Reyes, N. R. (2017). ¿Educación para el mercado. Diálogos , 3-6.
Riechmann, J. (2012). El socialismo puede llegar sólo en bicicleta. PAPELES de relaciones ecosociales y cambio global, 175-190.
Valdés, C. (2018). Habitar la educación. Vinculaciones y desvinculaciones entre los niveles escolares. Fondo Editorial Universidad Católica Luis Amigó.